Carlos llegó a la sala de
monitores aún en bata y de a pasitos. Las luces del ala Este titilaban. Martín
señaló hacia una de las pantallas mientras degustaba la situación.
—¡¿Verde?! —Preguntó Carlos,
colocándose las gafas—... Es… ¡U-un bosque!
—¡Mira —exclamó Martín
sorprendido—, un pájaro blanco! ¡Increíble… una paloma!
Y quedaron en silencio,
abrazados y felices, contemplando los movimientos sugerentes de las ramas ante
la brisa. Es que los vigilantes no imaginaban ver, a sus años, semejante
acontecimiento desde la base Imbrium, en la Luna. Reían, aun sabiendo
que nunca más pisarían suelo terrestre.
—Los de menos de sesenta no valorarán esto como nosotros —dijo Martín—, qué…?
Los sensores
se activaron de nuevo, las cámaras buscaban el objetivo cuando, de repente, una
sombra blanca salió de entre los árboles. Parecía ser un hombre de cuarenta,
amortajado, de barba larga y cabello moreno. Dio tres pasos afuera y bostezó
desperezándose. Martín se tomaba la cabeza, su compañero temblaba.
—No —balbuceó
Carlos—, no puede ser.
— ¡¿Un zombi…?! o un prófugo. Debería reportarlo — colocó su
índice sobre el intercomunicador y miró a Carlos—… Lo reporto… ¿no?
El hombre de
blanco gritó en las calles quebradas. Las cámaras lo siguieron setenta metros
hasta el estacionamiento del Wall Mart. Tomó una botella de vino de los
escombros, se sentó sobre un banco de jardín y bebió de a sorbos durante un
tiempo.
Martín tomó un
acercamiento a su rostro curtido y de expresión despreocupada.
— ¿Je-Jesús?
—Carlos babeaba, absorto—... ¡Jesús!
El rostro en
primer plano miró a cámara, sonrió y guiñó el ojo.
Carlos apagó el monitor.
Martín desconectó el resto.
4 comentarios:
Un enfoque original sobre Jesús. Un abrazo Leo!
Me encantó. Buenísimo Leo :)
En una noche de insomnio que gran sorpresa me he llevado, felicidades amigo y que calladito te lo tenes. Te mando un abrazo.
Gracias Cape, creo que a usted la conozco!! abrazo!
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