El salario del pecado es la muerte, pero la muerte es además el premio a la virtud. Entonces necesitarás un espantajo mejor que ése. El infierno, ¿tal vez? ¡Pero si éste es el infierno, y yo tampoco estoy fuera de él! Dante no tiene espantos para los reclusos de Buchenwald. ¿Por qué no protestó tu santo Papa Pío por los hornos nazis? No fue por prudencia o por cobardía, sino por un instinto de libertad a la sociedad. Pío sintió que los campos de muerte eran la mayor aproximación que hiciera el hombre mortal al plan del Todopoderoso: Dios es la voluntad de Eichmann en libertad.
Considera ese principio fundamental de organización de los campos: que no hay relación entre la conducta de los prisioneros y sus recompensas y castigos. En Auschwitz, cuando uno hace algo mal se le castiga, pero es igualmente probable que sea castigado cuando hace lo que se le dice, o aun si no hace nada de nada. Es evidente que el Creador ha organizado Sus campos sobre el mismo modelo. Para citar solo una línea del Eclesiastés: “Hay un hombre justo que se marchita en su virtud, y hay un hombre perverso que perdura en su perversidad”. Y la sabiduría no sirve más que la justicia, ya que el sabio muere al igual que el tonto.
Desviamos la vista de los huesos de los niños carbonizados que hay fuera de los incineradores, pero ¿qué hay de un Creador que condena infantes a los fuegos eternos? Y por la misma falta exactamente en cada caso –un accidente de nacimiento-.
Considera ese principio fundamental de organización de los campos: que no hay relación entre la conducta de los prisioneros y sus recompensas y castigos. En Auschwitz, cuando uno hace algo mal se le castiga, pero es igualmente probable que sea castigado cuando hace lo que se le dice, o aun si no hace nada de nada. Es evidente que el Creador ha organizado Sus campos sobre el mismo modelo. Para citar solo una línea del Eclesiastés: “Hay un hombre justo que se marchita en su virtud, y hay un hombre perverso que perdura en su perversidad”. Y la sabiduría no sirve más que la justicia, ya que el sabio muere al igual que el tonto.
Desviamos la vista de los huesos de los niños carbonizados que hay fuera de los incineradores, pero ¿qué hay de un Creador que condena infantes a los fuegos eternos? Y por la misma falta exactamente en cada caso –un accidente de nacimiento-.
Thomas M. Disch, "Camp Concentration" (1968).
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