Yo no la maté...
Se supone que debería decirlo cuando esté frente al carcelero del Infierno o el Cielo, que es lo mismo. Iré a ajustar cuentas al mismo lugar de donde provino la sombra que se arremolinaba sobre su cuerpo muerto, el mismo cuerpo al que alguna vez amé.
Yo no la maté...
Lo que quedaba de ella no se corrompía al paso del tiempo. Sobre los mozaicos de la cocina no habían manchas ni olores, solo aquella sombra que parecía sonreir y mirarme.
Los románticos pasillos y galerías otoñales se colman ahora de ecos agudos y graves, voces que nada dicen porque dijeron todo.
La sombra me repele, la melancolía me llama.
Cuando miraba el quieto espectáculo no quería respirar porque temía perderme algún movimiento de la sombra o del cuerpo. Reconozco algo morboso en mi postura.
Yo no la maté, porque aquella tarde, cuando intenté respirar, abrió los ojos y me miró, pero no vio a nadie.
La sombra no la deja verme.
La sombra no me deja tocarla.
Yo no la maté.
Se supone que debería decirlo cuando esté frente al carcelero del Infierno o el Cielo, que es lo mismo. Iré a ajustar cuentas al mismo lugar de donde provino la sombra que se arremolinaba sobre su cuerpo muerto, el mismo cuerpo al que alguna vez amé.
Yo no la maté...
Lo que quedaba de ella no se corrompía al paso del tiempo. Sobre los mozaicos de la cocina no habían manchas ni olores, solo aquella sombra que parecía sonreir y mirarme.
Los románticos pasillos y galerías otoñales se colman ahora de ecos agudos y graves, voces que nada dicen porque dijeron todo.
La sombra me repele, la melancolía me llama.
Cuando miraba el quieto espectáculo no quería respirar porque temía perderme algún movimiento de la sombra o del cuerpo. Reconozco algo morboso en mi postura.
Yo no la maté, porque aquella tarde, cuando intenté respirar, abrió los ojos y me miró, pero no vio a nadie.
La sombra no la deja verme.
La sombra no me deja tocarla.
Yo no la maté.
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