viernes, 30 de septiembre de 2011

Triste final.



Recorrimos la autopista en silencio, era un amanecer con sol. Ambos teniamos ganas de hablar, pero miraba cada cual a su costado.
Un paso, un sorbo de café, una mueca en la cena, aquellos instantes en apariencia vanos, me perseguirán como fantasmas de los rincones.


"Una lluvia, un plato más, una foto..."

Bajé del coche sumido en el desconcierto. Intenté respirar pero sólo pude colocar mi mano sobre su mano.


—¿Pensaste?
—Sí.

Los altavoces evocaban destinos desparramados. A lo lejos dos radares giraban.


—¿A quién viniste a buscar?

—A nadie, ¿y vos?

Me encogí de hombros.


—Tomemos un café.

—Más tarde.

Y así quedamos, rodeados de gente que iba y venía, sintiendo cómo despegaban los aviones.

4 comentarios:

Paloma Hidalgo dijo...

La civilización llega a su culmen entre estas dos personas desenamoradas, fue quizás su falta de rabia, de pasión lo que apagó su amor.

Un beso

ODA (María del Carmen SV) dijo...

No creo que estuvieran desenamoradas, todo lo contrario. Los pequeños detalles en los que uno no repara en el momento de vivirlos son los que engrandecen cuando se evoca a la persona amada que ya no está. Muy bonito aunque triste por la impotencia de los protagonistas.
Un besazo.

Claudio Siadore dijo...

Gracias por la lectura y por tomarse la molestia de comentar. Creo que ambos comentarios están en sintonía.Abrazo!

Claudio Siadore dijo...

En sintonía con lo que quise comunicar.