Recreo.
Jugó a la pelota entre los girasoles, se escondió de su
padre tras el tractor, leyó historias en las estrellas, y rió, hasta dormirse
rió.
Cuando despertó se miró al espejo. Barba, calvicie y su boca
pronunciando:
“¡Hasta luego, papá!”, entonces fue a trabajar con una
sonrisa.
No pisar el
trébol.
Los tréboles de cuatro hojas traen un duende
obediente colgado del tallo, pero son tan ordinarios que en vez de buscarlos los pisamos.
La
Presencia.
De contorno delicado y con un
zumbar como de abejas se presentó en el camino de la montaña frente a Sara, que
dio media vuelta sin pensarlo. Está claro que ante las advertencias de un hada,
uno debe regresar por donde vino.
Al otro lado de la peña, Ani
miraba la maravilla y se arrodillaba rezando sus “Avemarías”. La Virgen,
luminosa e imponente pronto le daría una mensaje apocalíptico.
Trepando y desde arriba, Juanjo vio la luz
informe turquesa. El portal dimensional era como en las películas.
Carmen, llorando de emoción, lo
filmó con las interferencias típicas. El círculo dorado que rodeaba la cabeza
era la escafandra de un extraterrestre que nos viene a rescatar.
Lejos estaba Mateo con sus
binoculares, mirando el fenómeno telúrico.
Horas después, el terremoto se
hacía sentir.
5 comentarios:
Me encanta ese trébol con morador incorporado!! tendré más cuidado desde ahora mismo...
Y discrepo, no son pequeñeces,son grandes historias en minifalda!!
Un saludo
Muchas gracias Paloma. Ya va siendo hora de que mis minis se pongan los pantalones! no aprenden más.
Las pequeñeces suelen ser más complicadas, complejas y hermosas que su contrario. Muy buenas las tres.
Muchas gracias Montse. Por pasar y por las palabras.
Que encanto de recreo...
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