Sentado en el mármol / del jardín de penas, me mira mi alma / desde la humedad. Llora el campanario / tañendo mis venas, tu ausencia proclama / en el arrabal. Mi vasca querida,/ mis ojos te esperan, y veo tu sombra / en cada pared. Llegando a la esquina / de una cuadra eterna, mis pasos se aprontan / buscando tus pies. Sedal mariposa / despierta en mi lecho, tus cálidas manos / que cruzan el mar. Con toque de rosas / me inflan el pecho, y tiembla debajo / mi flor de coral. Mi pálida Luna / de los horizontes, sonrisa de un cielo / al que no llegaré, de grutas profundas, / la voz de tus montes promete los versos / del amanecer. Mi vasca querida / la noche que llega, me lleva a tu sombra / y me sirve un café. Parado en la esquina / de una cuadra eterna, el viento me sopla / milongas de ayer. Farol de mi plaza, / vestida de blanco ondeando en lo negro / me saludará. Desde tu terraza / me traerás tus labios, mi nombre entre besos / me susurrarán. Si llega una tarde, / y corta los hilos, el cráneo deshecho / de nuestra vejez, melena azabache / la sombra en los tilos, será nuestro techo / cuando sea después. Mi vasca querida, / mi cuerpo se entrega al ver que tu sombra / juega con la red. Doblando la esquina / de la cuadra eterna, mis labios te nombran / porque te encontré.
sábado, 29 de enero de 2011
MI VASCA QUERIDA
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