La sombra caminaba entre recuerdos, aspirada sus aromas, escuchaba a los padres del viento invocar criaturas que se han ido. Las agujas de los pinos flotaban en el aire de otros tiempos.
-Las columnas del templo del bosque cayeron -pensó-. He sido pulpo, tortuga, hombre y ahora un duende bastardo que no sabe si volverá después de muerto al mismo mundo.
La nostalgia era su bote hundiéndose en la arena.
El húmedo lenguaje de la tierra no ha vuelto a hablarse desde que los demonios deambulan libremente por la superficie. No hay dioses que los aten.
La sombra se escarbó los ojos, sabiendo que ya no había lágrimas.
Delante suyo el recuerdo de una mujer parada, inmóvil, robusta y pálida, con esos ojos que eran pozos a la penumbra de su mirada.
La sombra, ennegrecida por la mugre de las ciudades, desplegó sus alas ante la visión y abrió su boca después de años:
-Amor.
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