Aquél niño solitario era yo de pié sobre la colina. Llorando, temblando, sopesando cuánta sangre de mi gente iba a ser derramada. Más abajo la infantería, la caballería, los arqueros, los dragones y, más allá, mi reino.
Los capitanes me miraban con expectativa, yo les sonreí y, alzando mi espada de punta hacia adelante, grité:
-¡Atacad!
Los capitanes me miraban con expectativa, yo les sonreí y, alzando mi espada de punta hacia adelante, grité:
-¡Atacad!
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